Un libro que, literalmente, es un viaje en lápiz. Pero junto con los trazos e imágenes, vamos andando por el sentimiento y la emoción de vivir, de contemplar la realidad, y la empatía con los seres, todos, que la pueblan.
Gusti, ilustrador argentino radicado en Barcelona, nos entrega un bello libro “Un viaje en lápiz” (Editorial Océano), que el simplemente nos presenta como una compilación de los tantos dibujos que va dejando en sus libretas desde hace casi 20 años.
“Mi idea no fue seleccionar los dibujos más bonitos, sino los que cuentan historias”, dice, a propósito del poder que encuentra en dibujar cuando se hace desde el corazón y donde por consiguiente logra mejorar la realidad, encontrarse con sus semejantes y estrechar lazos con el universo.
“Es un reconocimiento al lápiz, una herramienta de comunicación, para salir de la oscuridad, es sano poder abrirse y el dibujar tiene muchas facetas”, refiere.
Aparte de dibujante, Gusti es un gran viajero y ha tenido la fortuna de conocer muchos lugares, hasta los más exóticos o entrañables, pero para guardarlos en la memoria no recurre como haríamos el resto a la cámara fotográfica o la “selfie” con celular, se pone a dibujar lo que ve, lo que supondríamos es más complicado.
“Dibujar toma un ratito más, es otro tiempo, es un ejercicio interesante, rápido porque me tengo que ir, pero tampoco me interesa que quede como fotografía”, explica.
Es un juego que le gusta, el hablar con la gente, que no lo vean como turista o un bicho raro, entonces logra la empatía y se arma la historia.
Eso le ha permitido llevarse consigo, en el papel, experiencias y enseñanzas inigualables como cuando estuvo en la selva lacandona, en el estado de Chiapas en México, y con la sencillez de su sabiduría un nativo le dijo “cualquier persona puede ser Dios”.
Aunque también podría considerársele un cronista, él sólo se asume como “un curioso”, y aclara que “Un viaje en lápiz”, no es un libro infantil sino para toda la familia.
Las imágenes y los textos que lo acompañan, nos envuelven también en un viaje espiritual, de amor y comprensión hacia las personas, los animales, los lugares, un matiz mágico que toca el alma.
“Para dibujarlos habría que pedirles permiso a los animales, a las plantas, la gente… con las personas a ves hago un poco de trampa”-
Gusti pese a la emotividad que envuelve toda su obra e historias aquí reunidas no pretende dejar un mensaje trascendental, y al contrario da un consejo muy pragmático: que la gente pierda el miedo a dibujar, que dibujen lo que sea, “después de la libreta en blanco serás el creador de algo único. El dibujo es una herramienta muy poderosa”.